Nuestra historia (con cerillas, cera... y un poco de locura creativa)

Todo comenzó cuando nos dimos cuenta de que el mundo necesitaba un poco más de magia. Más exactamente, hace justo un año.
Un año en el que nuestras velas no vieron el flash de una cámara, sino sólo el de una cerilla. Un año de pruebas tras pruebas, con fragancias que nos dieron dolor de cabeza (literal y figuradamente), con cera en los dedos, en el suelo… y sí, también en la vitrocerámica.

Hablando de la vitro… digamos que, en un momento dado, la cera decidió hacer lo que le dio la gana y derramarse estratégicamente por toda la superficie, acompañada de un humo que se coló por toda la casa. Cuando abrí las ventanas, miraba con un ojo al cielo y con el otro a la calle, convencida de que si pasaba alguien por allí, llamaría a los bomberos. Por suerte, todo quedó en una aventura con aroma (quemado) de… adrenalina creativa.

Un año de intentos, de aprendizajes, de errores, de risas, de decir “ya está, no hago más”… y luego “¡claro que sí, sigo adelante!”.

Y aquí estamos. En el punto en el que podemos decir con confianza:
Ahora sí. Ahora podéis iluminar cualquier rincón del mundo. Podéis aromatizar cualquier espacio. Podéis convertir un momento simple en toda una experiencia.

Las hacemos con corazón, paciencia y una buena lista de reproducción de fondo. Moldeamos cada vela a mano, como antes, pero con una sana dosis de modernidad y una pizca de locura creativa…